Erizo (Erinaceus europaeus)
Escocia, junio de 2006
Muy verdes cultivos de malta, ondulantes muros de piedra de
kilómetros de largo y casas con techos de laja fueron algunas de mis primeras
impresiones de Escocia. El centro universitario cercano a la ciudad de
Stirling, y mas aun del castillo, estaba
situado sobre unas colinas que parecían (aunque no lo fueran), la antesala de
las tierras altas de Escocia. Un amplio parque que tenía un lago en su centro, fue el ámbito donde
comencé a encontrarme cara a cara con algunos animales silvestres que, aunque
tímidos, habitaban ese sitio bastante
ajetreado por los estudiantes.
Con el canto de los chochines y el de unos pocos gorriones
desperté una mañana y muy temprano salí a caminar. Había parejas de cisnes que
estaban anidando en las orillas del lago y muchos ánades nadaban en él o
estaban acurrucados en el césped, aun lejos del agua. Muchos conejos pacían por
todos lados y una caminata siguiendo el borde del lago me regaló felices
aproximaciones a varias especies de pájaros, hijos de Europa, como el
herrerillo, el carbonero y el petirrojo.
En cierto momento escuché el sonido de la hojarasca y vi que
un erizo de quizás treinta centímetros se aprestaba a cruzar el sendero. Me
quedé quieto y el animalito siguió su camino, pero al completar el angosto
cruce, pocos centímetros después de volver a estar sobre hojarasca, se detuvo.
Pensé que estaría comiendo algún invertebrado, pero al constatar que no movía
ninguna parte de su cuerpo me agaché junto a él y atiné a tocarlo levemente con
un dedo en una de sus patas traseras. No se movió, lo toqué un poco más,
buscando esta vez sus espinas, pero siguió quieto. No entendiendo que le había
pasado, toqué una vez mas sus patas traseras y delanteras, pero el erizo
permaneció quieto como si hubiera encontrado la muerte con tan solo cruzar el
sendero.
Permanecí un rato junto a él pensando que quizás retomara su
andar, pero me fui dejándolo en su inesperada quietud.
Luego me enteré de que ese aletargamiento es típico de los
erizos, y que por ese motivo suelen ser atropellados cuando se duermen a medio
camino cuando cruzan una ruta
Erizo africano (Atelerix
albiventris)
El Monte Meru, un magnífico volcán de 4.566 m de altura
dominaba el paisaje en las afueras de Arusha. Desde mi llegada a Tanzania había
estado viendo manadas de ñues y cebras y grupos de todos los grandes animales
africanos, pero siempre mantuve interés por lo escondido o lo que no se deja
ver con facilidad. Por eso, aparte de los paisajes y los animales mas buscados
por los participantes de los safaris, quería ver a los pequeños habitantes que
contribuyen mucho a que el ecosistema sea tan diverso.
Una tarde salimos en el jeep para ir a visitar el Parque
Nacional Lago Manyara, cuando al salir del jardín y justo antes de llegar a la
calle, se cruzó ante nosotros un erizo africano que me pareció menor que el que
ya había visto en Escocia.
En vano me bajé del coche, ya había desaparecido en entre la
vegetación cerrada del cerco del jardín. Hubiera querido buscarlo, pero quienes
me acompañaban no entendieron que no solo de elefantes y leones vive el hombre.