Parque Nacional
Cahuita, Costa Rica, setiembre de 1997.
Cahuita era el encuentro de la selva con el Mar Caribe.
Yendo en dirección a la playa, los altos y robustos árboles daban paso a
algunos cocoteros desde donde algunas
enredaderas querían conquistar el arenal con sus flores lilas. Frente al
observador el mar, a sus espaldas, la selva cubría la planicie antes de trepar
y poblar cerros. La playa era un arco de varios kilómetros y parecía tan virgen
como cuando desde esas costas pudieron haberse visto pasar a lo lejos algunas
carabelas.
Caminaba por un
sendero de la selva en dirección a la playa, cuando pasé bajo un árbol sobre el
que había una familia de cuatro monos
capuchinos. Éstos eran muy evidentes pese al profuso follaje debido a la amplia capucha blanca que los caracteriza.
Al verme, la hembra apretó contra su pecho a su bebe y un monito que debía su hermanito mayor hizo muecas de espanto.
Ante un chillido del macho los demás se retiraron a una rama un poco apartada
mientras aquel me enfrentaba desde arriba golpeando con ambas manos la rama donde se encontraba.
Me detuve a observarlo y se encolerizó mas, golpeando con mas fuerza la rama.
Finjí temor ante sus amenazas y el capuchino ganó valentía, comenzando a romper
ramitas que dejaba caer. Hice de cuenta que me retrocedía espantado y el animal
rompió mas ramitas, sin intentar, o sin
lograr, lanzarlas hacia mi. Actué un poco mas, siguiendo luego mi camino hacia
la playa y al darme vuelta creí ver la
satisfacción de aquel valiente mono al haber defendido a los suyos. La feliz familia volvió a reunirse enseguida.
Río Araguaya,
Brasil, marzo de 1981.
Una especie afín al mono capuchino es el caí o machín (Cebus apella), uno de los monos mas comunes en los zoológicos y de
los mas fáciles de ver en la naturaleza.
Es muy inteligente y sorprendió a los zoólogos cuando se descubrió que una población de caíes era capaz de usar
piedras, a modo de martillo y yunque para romper duras semillas y almejas de
río, siendo el único primate americano del que se tiene noticia que use
herramientas. También se sabe que caíes o capuchinos usan palos para escarbar
la tierra en busca de tubérculos.
La canoa de tronco surcaba lentamente el Araguaya río abajo.
La mañana soleada y la suave brisa invitaban a remar apreciando la vegetación
de las riberas. Tendría por delante muchos días así y eso justificaba grandes expectativas de ver animales en su
medio natural. Quedaron atrás las últimas casas de Aruaná, llamada Leopoldina
en los libros sobre aventuras del interior de Brasil y sobre ambas márgenes del
río pasó a dominar el cerrado. Se trata de un tipo de vegetación casi único de
Brasil, pardusco, compuesto por árboles bajos, a veces dispersos, agrupados otras, según el lugar, cuyas ramas generalmente son retorcidas. El cerrado tiene de la selva la
belleza de sus árboles y palmeras de muy variados aspectos y tiene del campo
sus pastizales, pajonales, pedregales y cactáceas. Aquí y allá aparecían diversas especies de
palmeras, gruesas y altas unas, delgadas y bajas otras. Sobre las márgenes del
río dominaba el verde, había árboles altos, algunos bastante gruesos,
frecuentemente tapados de enredaderas. Flores que llegaban a tocar el agua, la
aparición de una bandada de diez o quince tucanes , y los cantos de los
benteveos se intercalaban con los avistamientos de otros animales.
Al poco rato de andar por el río se dejó ver el primer caí,
un macho solitario, sin duda viejo, que se desplazaba sobre una rama horizontal
llevando la cola enrollada en espiral. De los veinticuatro días de ir
descendiendo el río, solamente en uno no vi monos caí. La mayoría de las veces
se trataba de familias de no mas de diez o quince individuos, pero llegué a ver
grupos de mas de treinta ejemplares. Muy activos, era muy lindo ver a las
madres cargando a la espalda a sus pequeños o a éstos ir aferrados al cuerpo de
sus madres que los llevaban contra sus vientres. Sus rápidos desplazamientos,
sobretodo sus saltos hacia ramas inferiores, producían un típico sonido en la
vegetación que a menudo delataba su presencia muchos metros antes de que
lograra verlos. Los vi alimentándose de los frutos naranjas del tala trepador (Celtis iguanea) y mas frecuentemente de
los frutos alargados y verdes de la Cecropia,
los que derrochaban tal como hacen el común de los simios, comiendo solo una
parte de cada uno.
No le temían al hombre dado que me miraban con curiosidad el
paso de la canoa y varias veces vi grupos de caíes a pocos metros de las cabañas
de los ribereños.
Argentina, 1988
También había caíes en la yunga, la selva que cubre la
ladera Este de los Andes en el Parque Nacional Calilegua, Jujuy, pero su
densidad poblacional era tan baja que apenas pude ver dos pequeños grupos
estando allí dos meses. Su alimento preferido parecían buscarlo rompiendo las
bromelias epífitas. También era muy baja la densidad poblacional de estos monos
en el Parque Nacional Iguazú, el que visité reiteradas veces, tanto del lado
argentino como del brasileño, dado que era muy difícil encontrar alguno de
estos monos. Cuando lograba verlos me sentía acompañado de amigos en la selva.