Hollongapar Gibbon
Wildlife Sanctuary, Assam, India , 2015.
El Estado de Assam, situado en el Noreste de la India,
aparece mencionado varias veces en algunos de mis viejos libros de animales
como si se tratara de un país. Y realmente es muy distinto a gran parte de la
India. En cuanto a la gente, las caras que uno ve recorriendo Assam mas parecen de Tailandia. Y en cuanto al
paisaje, se trata de una llanura donde hay alta densidad de población, pero que
se mantiene muy verde, con árboles dispersos, cañaverales, viviendas de paredes
de caña cortada y entrelazada, arrozales, cabras y búfalos por doquier.
Hay varias poblaciones aisladas de gibones Hoolock, y decidí
buscar a estos simios en el santuario
Hollongapar dado que era de relativamente fácil acceso, por estar
situado a cinco km del poblado Mariani, ya casi en la frontera con el estado de
Nagaland.
El Santuario tiene 2100 hectáreas y se trata de una llanura
cubierta de selva cuyo verdor llamó un
poco mi atención puesto que aún seguía
la estación seca. Llegué a las catorce horas, en principio no la mejor para
apreciar los animales silvestres, pero sin embargo fue justo a tiempo para encontrar
una familia de gibones !antes de que se aprontaran para dormir!
No bien comenzamos a andar por el sendero, noté que había
algo negro y bastante grande sobre un árbol, levanté los binoculares y confirmé
que había encontrado a mi primer gibón.
Estaba sentado, con las piernas colgando y tenía un brazo
estirado hacia arriba asiéndose de una rama. Me acerqué y recién al hacerlo noté
que a pocos metros de él (el pelaje negro es atributo masculino en los gibones
Hoolock) había una hembra, de color beige y que ésta abrazaba un crío, que era
bastante grandecito, de tres años de edad, según dijo mi guía y ya ostentaba el
pelaje negro. Pocos momentos después comenzaron a moverse en el ramaje y yo a
sorprenderme observándolos.
A diferencia de casi todos los demás primates, los gibones
no saltan de una rama a la otra lanzándose al vacío con las cuatro patas hacia
adelante. Al caer sobre el follaje, el común de los monos genera un sonido que
es de los mas típicos y a la vez de los mas generalizados en las selvas,
oyéndose en las de América, África y Asia. Pero el desplazamiento de los
gibones es muy diferente y se le denomina braquiación: se van tomando de las
ramas con una y otra mano manteniendo el cuerpo colgando y las piernas algo
recogidas, lanzándose brevemente al vacío casi todas las veces que cambian de
mano, pero con el impulso suficiente para llegar al próximo asidero. Ese
acrobático desplazamiento resulta muy
espectacular, tanto por la rapidez con que lo efectúan, como por la precisión
de sus movimientos.
Esta familia de tres miembros (lo normal entre los gibones,
dado que no forman grupos), en pocos segundos me demostró como podían
desaparecer casi sin hacer ruido. El macho se irguió, dio unos breves pasos
sobre la rama en que estaba sentado y luego comenzó el característico
desplazamiento de braquiación. Lo extraordinario de esto es la gran rapidez con
que el animal debe ir identificando las ramas de las que debe tomarse para no
caer desde la gran altura a la que se desplazan. Al principio se movió en forma
mas o menos recta, pero al llegar a cierta rama, no se asió firmemente de ella,
sino que la tomó para girar con el impulso que traía , cambiando rápidamente de
dirección. También en cierto momento caminó erguido y con rapidez sobre una rama gruesa, manteniendo los brazos
abiertos y en alto para hacer equilibrio y luego se tiró hacia abajo para
volver a lanzarse de una rama a la otra con una y otra mano.
En pocos momentos la hembra y su cría quedaron semiocultos
en lo alto de un árbol, pero el macho siguió un poco mas, ocultándose en el
ramaje de uno separado de ellos por mas de cincuenta metros. Eran las tres de
la tarde y ya no tendrían mas actividad por ese día. Mi guía aseguró que
duermen catorce horas. De paso diré que esa región de la India no cuenta con la
verdadera hora solar y por ende, a las tres de la tarde del reloj serían en
realidad mas de las cuatro.
Al regresar a mi alojamiento situado en una aldea y quitarme
los zapatos, descubrí que mis medias estaban muy manchadas de sangre. No me
dolía ni ardía nada, simplemente unas sanguijuelas se introdujeron en mis zapatos
mientras caminaba y su glotonería acabó con sus vidas.
Esa noche ululó un autillo oriental ( Otus
sunia): Tu’ turrr. Lo hallé en el interior del follaje de un árbol que
había en la casa de enfrente a donde me hospedaba. Un leve sonido también
provenía de lo alto de otro árbol y al iluminar hacia arriba con la linterna
descubrí unos zorros voladores ( Pteropus
giganteus) que se alimentaban de sus flores.
A la mañana siguiente volví al Refugio con la esperanza de
poder oir los gritos matinales de estos monos. Justo antes de entrar se cruzó
en nuestro camino una pareja de faisanes Kalij, cuyo macho es negro, copetón y
de cara desnuda y roja. Debido a la lluvia de la noche, la selva lucía mas
verde y había charcos de agua en el sendero. La lluvia también facilitaría nuestro
desplazamiento o mejor dicho, aumentaría la posibilidad de ver animales, dado
que la abundante hojarasca ya no produciría el ruido de la tarde anterior que
delataba nuestra presencia.
Oíamos el canto de muchas aves y al pasar por los claros
encontrábamos muchas mariposas, algunas muy grandes, la mayoría de rápido
vuelo. Mis favoritas fueron la mariposa Common birdwing (Troides helena) de 17 cm, negra, con las alas inferiores amarillo
limón y la Paris peacock (Papilio parís)
de 12 cm, negra, coluda y de alas inferiores azules.
Caminamos unos diez quilómetros siguiendo los senderos
mantenidos por el santuario y anduvimos ciertos tramos por senderos de
elefantes silvestres, donde había muchas huellas y bosta de ellos. Primero vimos un gibón macho y
luego una hembra con su bebé. A eso de las nueve de la mañana comenzaron a
vocalizar los gibones, quizás tres familias a la vez, pero lamentablemente se
hallaban lejos y si bien caminamos hacia ellos siguiendo un sendero, no nos fue
posible acercarnos lo suficiente. Por momentos callaban y luego seguían
vocalizando otros grupos en otra dirección, lo hicieron hasta mas o menos el
mediodía. Volvimos a encontrar otra familia de gibones, esta vez compuesta por
cuatro miembros: el macho, una hembra con una cría beige y otro macho, muy
posiblemente un hijo anterior que ya estaba por independizarse.
La selva tenía muy altos árboles, helechos arborescentes y
enredaderas .Una vez mas me detuve a apreciar los tonos fascinantes que
producen los rayos de sol que bajan de las copas en la hojarasca, en las
plantas menores , en los hongos, los termiteros, los troncos caídos cubiertos
de musgo y sobre la tierra pelada.
Una voz bastante potente, algo humana, pero como emitida en
falsete repitió varias veces : ¨Ge-ko, Ge-ko¨. No lo podía creer, aquello no
necesitaba de explicaciones: un gran geko develaba el origen del nombre de esa
interesante familia de saurios. ¿Dónde estará? Pregunté. En lo profundo del
hueco de algún tronco. Me contestaron.
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