viernes, 24 de abril de 2015

Gibón ( Bunopithecus hoolock)








Hollongapar Gibbon Wildlife Sanctuary, Assam, India , 2015.
El Estado de Assam, situado en el Noreste de la India, aparece mencionado varias veces en algunos de mis viejos libros de animales como si se tratara de un país. Y realmente es muy distinto a gran parte de la India. En cuanto a la gente, las caras que uno ve recorriendo Assam  mas parecen de Tailandia. Y en cuanto al paisaje, se trata de una llanura donde hay alta densidad de población, pero que se mantiene muy verde, con árboles dispersos, cañaverales, viviendas de paredes de caña cortada y entrelazada, arrozales, cabras y búfalos por doquier.
Hay varias poblaciones aisladas de gibones Hoolock, y decidí buscar a estos simios en el santuario  Hollongapar dado que era de relativamente fácil acceso, por estar situado a cinco km del poblado Mariani, ya casi en la frontera con el estado de Nagaland.
El Santuario tiene 2100 hectáreas y se trata de una llanura cubierta  de selva cuyo verdor llamó un poco mi atención puesto que  aún seguía la estación seca. Llegué a las catorce horas, en principio no la mejor para apreciar los animales silvestres, pero sin embargo fue justo a tiempo para encontrar una familia de gibones !antes de que se aprontaran para dormir!
No bien comenzamos a andar por el sendero, noté que había algo negro y bastante grande sobre un árbol, levanté los binoculares y confirmé que había encontrado a mi primer gibón.
Estaba sentado, con las piernas colgando y tenía un brazo estirado hacia arriba asiéndose de una rama. Me acerqué y recién al hacerlo noté que a pocos metros de él (el pelaje negro es atributo masculino en los gibones Hoolock) había una hembra, de color beige y que ésta abrazaba un crío, que era bastante grandecito, de tres años de edad, según dijo mi guía y ya ostentaba el pelaje negro. Pocos momentos después comenzaron a moverse en el ramaje y yo a sorprenderme observándolos.


A diferencia de casi todos los demás primates, los gibones no saltan de una rama a la otra lanzándose al vacío con las cuatro patas hacia adelante. Al caer sobre el follaje, el común de los monos genera un sonido que es de los mas típicos y a la vez de los mas generalizados en las selvas, oyéndose en las de América, África y Asia. Pero el desplazamiento de los gibones es muy diferente y se le denomina braquiación: se van tomando de las ramas con una y otra mano manteniendo el cuerpo colgando y las piernas algo recogidas, lanzándose brevemente al vacío casi todas las veces que cambian de mano, pero con el impulso suficiente para llegar al próximo asidero. Ese acrobático desplazamiento resulta  muy espectacular, tanto por la rapidez con que lo efectúan, como por la precisión de sus movimientos.
Esta familia de tres miembros (lo normal entre los gibones, dado que no forman grupos), en pocos segundos me demostró como podían desaparecer casi sin hacer ruido. El macho se irguió, dio unos breves pasos sobre la rama en que estaba sentado y luego comenzó el característico desplazamiento de braquiación. Lo extraordinario de esto es la gran rapidez con que el animal debe ir identificando las ramas de las que debe tomarse para no caer desde la gran altura a la que se desplazan. Al principio se movió en forma mas o menos recta, pero al llegar a cierta rama, no se asió firmemente de ella, sino que la tomó para girar con el impulso que traía , cambiando rápidamente de dirección. También en cierto momento caminó erguido y con rapidez  sobre una rama gruesa, manteniendo los brazos abiertos y en alto para hacer equilibrio y luego se tiró hacia abajo para volver a lanzarse de una rama a la otra con una y otra mano.


En pocos momentos la hembra y su cría quedaron semiocultos en lo alto de un árbol, pero el macho siguió un poco mas, ocultándose en el ramaje de uno separado de ellos por mas de cincuenta metros. Eran las tres de la tarde y ya no tendrían mas actividad por ese día. Mi guía aseguró que duermen catorce horas. De paso diré que esa región de la India no cuenta con la verdadera hora solar y por ende, a las tres de la tarde del reloj serían en realidad mas de las cuatro.
Al regresar a mi alojamiento situado en una aldea y quitarme los zapatos, descubrí que mis medias estaban muy manchadas de sangre. No me dolía ni ardía nada, simplemente unas sanguijuelas se introdujeron en mis zapatos mientras caminaba y su glotonería acabó con sus vidas.
Esa noche ululó un autillo oriental  ( Otus sunia): Tu’ turrr. Lo hallé en el interior del follaje de un árbol que había en la casa de enfrente a donde me hospedaba. Un leve sonido también provenía de lo alto de otro árbol y al iluminar hacia arriba con la linterna descubrí unos zorros voladores ( Pteropus giganteus) que se alimentaban de sus flores.


A la mañana siguiente volví al Refugio con la esperanza de poder oir los gritos matinales de estos monos. Justo antes de entrar se cruzó en nuestro camino una pareja de faisanes Kalij, cuyo macho es negro, copetón y de cara desnuda y roja. Debido a la lluvia de la noche, la selva lucía mas verde y había charcos de agua en el sendero. La lluvia también facilitaría nuestro desplazamiento o mejor dicho, aumentaría la posibilidad de ver animales, dado que la abundante hojarasca ya no produciría el ruido de la tarde anterior que delataba nuestra presencia.
Oíamos el canto de muchas aves y al pasar por los claros encontrábamos muchas mariposas, algunas muy grandes, la mayoría de rápido vuelo. Mis favoritas fueron la mariposa Common birdwing (Troides helena) de 17 cm, negra, con las alas inferiores amarillo limón y la Paris peacock (Papilio parís) de 12 cm, negra, coluda y de alas inferiores azules.


Caminamos unos diez quilómetros siguiendo los senderos mantenidos por el santuario y anduvimos ciertos tramos por senderos de elefantes silvestres, donde había muchas huellas y  bosta de ellos. Primero vimos un gibón macho y luego una hembra con su bebé. A eso de las nueve de la mañana comenzaron a vocalizar los gibones, quizás tres familias a la vez, pero lamentablemente se hallaban lejos y si bien caminamos hacia ellos siguiendo un sendero, no nos fue posible acercarnos lo suficiente. Por momentos callaban y luego seguían vocalizando otros grupos en otra dirección, lo hicieron hasta mas o menos el mediodía. Volvimos a encontrar otra familia de gibones, esta vez compuesta por cuatro miembros: el macho, una hembra con una cría beige y otro macho, muy posiblemente un hijo anterior que ya estaba por independizarse.
La selva tenía muy altos árboles, helechos arborescentes y enredaderas .Una vez mas me detuve a apreciar los tonos fascinantes que producen los rayos de sol que bajan de las copas en la hojarasca, en las plantas menores , en los hongos, los termiteros, los troncos caídos cubiertos de musgo y sobre la tierra pelada.
Una voz bastante potente, algo humana, pero como emitida en falsete repitió varias veces : ¨Ge-ko, Ge-ko¨. No lo podía creer, aquello no necesitaba de explicaciones: un gran geko develaba el origen del nombre de esa interesante familia de saurios. ¿Dónde estará? Pregunté. En lo profundo del hueco de algún tronco. Me contestaron.

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