Parque Nacional Kruger, Sudáfrica, setiembre de 2000.
Camino por un sendero
del campamento ¨Berg-en- dal¨, es mi primer día en África y me envuelve la
sabrosa expectativa que todo naturalista siente al llegar a un nuevo
continente. El sol ha comenzado a bajar
y las aves, todas nuevas para mí, van reanudando su actividad. La primavera
está plena de sus cantos y la suave brisa trae el perfume de las flores; alguno
de ellos, curiosamente, me retrotrae a la infancia.
Al llegar a la que será mi cabaña durante dos semanas, salen
espantados del porche y de dos árboles cercanos unos quince cercopitecos verdes
o monos vervet (Cercopithecus aethiops).
Me han recomendado que tenga cuidado de no dejar objetos a su alcance ni por
breves momentos. Ya de por si curiosos, los cercopitecos que habitan en los
alrededores de los campamentos se vuelven ladronzuelos. Si bien buscan comida
fácil, muchas otras cosas las retienen lo suficiente como para ser difíciles de
recuperar por sus dueños. Me gustó mucho que fueran tan visibles y que
permitieran ser observados desde muy cerca.
Hay machos, hembras, monitos de actitudes cómicas que corren
y trepan tras sus madres, juveniles de distintos tamaños y el macho dominante,
fácilmente reconocible por el vivo color turquesa de sus testículos. Unos andan
por tierra comiendo pasto e insectos, otros deambulan por las ramas de los
árboles. Otro permanece vigilando los
movimientos de la gente.
El cercopiteco verde es muy abundante en gran parte de
África al Sur del Sahara y junto con el babuino, es el mas fácil de ver de los
primates en el Sur del continente. Su hábitat preferido son las sabanas
arboladas y sobre todo los bosques que bordean las márgenes de los ríos y
arroyos.
Este era mi primer grupo, pero habría cercopitecos en muchas
de las mas hermosas escenas pobladas de animales que he tenido en África. También será un casi seguro
acompañante en los campamentos y si se tiene la precaución de no dejar abierta
la carpa o cabaña y de no dejar objetos a su alcance, su presencia será muy
disfrutable por la viveza de sus expresiones faciales, la gracia de sus
movimientos y las actitudes de su vida comunitaria.
Estando en la Reserva Samburu, Kenia, nuestro campamento se
encontraba a la sombra de un grupo de árboles de poca altura, en medio de la
sabana poblada de acacias y otros arbustos y no lejos del río donde había una
vegetación bastante frondosa de altos
árboles. Nuestra cocinera llevada una honda colgando del cuello y estaba por
preguntarle para que la tenía, cuando sin dejar de conversar conmigo se la
descolgó y apuntando rápidamente lanzó una piedra que dio con precisión en el
lomo de un cercopiteco que se había aproximado demasiado a los cubiertos que se
secaban al sol.
Conforme con el tiro, rió fuertemente y sacudiendo la cabeza
dijo: ¡son simpáticos, pero hay que mantenerlos a raya!
Otra especie de cercopiteco con que el viajero se encuentra,
sobretodo en el Este y centro de África, es el llamado mono azul (Cercopithecus mitis). Tiene varias subespecies entre las que
existe gran variedad de pelajes que pasan de un gris plomizo al negro y dorado,
pero que siempre tienen una banda blanca o de color claro, recta, a la altura
de las cejas. La subespecie mas austral es el llamado samango, es relativamente
escaso, o al menos difícil de ver y se parece mucho al cercopiteco verde o mono
vervet. Pero es bastante mas grande que la especie anterior, tiene los brazos
oscuros y la cola negra.
Busqué bastante a este mono en Kwazulu-Natal y en
Mozambique, pero las primeras veces no llegué mas que a ver movimiento de ramas
y a oírlo. El primero lo encontré sobre una baranda en el Parque Provincial Hluhluwe-Umfolozi
y si bien es parecido al cercopiteco verde lo hallé mas atractivo. Pero donde
pude ver muchos de estos monos fue en
las selvas de Uganda y Congo, dado que es básicamente una especie forestal. Esos
monos azules, de la subespecie propiamente azulada, son muy lindos. En el
interior de la selva, su color general plomizo luce a veces un tono azulado que
contrasta fuertemente con la línea blanca que constituye una ampliación de sus
cejas. En mis caminatas por la selva nunca pasó mucho rato sin que se dejara
ver algún grupo de estos monos y varias veces los vi en la cercanía inmediata
de monos de cola roja, colobos de Abisinia, colobos rojos y mangabeys de
mejillas grises, pudiendo decirse que componían una misma tropa multiespecífica
de primates, lo que constituye un muy interesante espectáculo.
En los Montes Virunga habita otra subespecie del mono azul que se llama mono dorado. Se
trata de un bello animal, que si bien mantiene las mismas proporciones que las
otras razas geográficas, a primera vista, en la selva, se lo ve tan distinto a
los demás monos de la especie que uno pensaría que no merece tratarse de la
misma. Su pelaje es predominantemente negruzco, pero su tronco, mitad anterior
de la cola, mejillas y la franja de la frente son de un vivo color dorado.
En el Parque Nacional Mgahinga Gorila se organizan caminatas
para el avistamiento de este simio. Vive en los mismos volcanes que el gorila
de montaña, pero habita a menor altura en sus laderas, sobretodo en la zona
donde hay extensos cañaverales.
Participé en una de esas caminatas y fue una muy linda
experiencia. Al rato de haber emprendido el ascenso comenzó a soplar un viento
bastante fuerte y supuse que se veían
reducidas nuestras probabilidades de encontrarlos, porque el ruido que producen
los monos al desplazarse a los saltos en los árboles es muy útil para ubicarlos
desde cierta distancia.
Efectivamente, nuestro guía nos explicó eso mismo y añadió
que en esta ocasión para encontrarlos dependería casi exclusivamente de los
restos de alimento vegetales que los monos dejan. Yo casi había perdido las
esperanzas de estar frente a estos animales cuyas fotografías habíamos apreciado
en el centro interpretativo del parque, pero una caminata en un espacio natural
es siempre buena. Al principio seguimos un trillo que ascendía el Volcán
Mgahinga, pero luego al llegar a la zona
de mas denso cañaveral, comenzamos a seguir a nuestro guía en un trayecto
zigzagueante por entre las matas de caña. Al moverlas el viento y entrechocarse
unas con otras producían bastante ruido.
Ya estábamos a punto de volver, cuando el joven guardaparque encontró lo que
para él eran claras señales de restos de alimento de los monos, comenzó a
seguirlos y unos minutos mas tarde llegamos a donde había un grupito. El mismo
viento que nos había perjudicado al tapar los sonidos de sus desplazamientos,
ahora nos favorecía, porque escapando del zarandeo de las cañas, los monos
dorados estaban en la parte media de la vegetación. Acostumbrados a las visitas,
permitieron que nos acercáramos mucho, llegando a tenerlos a menos de tres
metros de distancia.
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