Parque Nacional Kibale, Uganda.
Por la tarde, luego de un chaparrón, las mariposas cola
de golondrina que son de un color turquesa resplandeciente a rayas negras,
otras mariposas naranjas y unas muy grandes amarillas se vieron especialmente
activas en un claro de la selva.
En solo dos horas y media de caminata vimos varios grupos
de monos, generalmente compuestos por mas de una especie, cosa muy común en la
selva ecuatorial africana. En determinado momento, notamos movimiento en el
follaje de varios árboles y nos dimos cuenta de que teníamos delante una gran
tropa de monos. Al acercarnos con cautela, vimos primero cefos (Cercopithecus cephus ascanius)
enseguida se dejaron ver colobos rojos y al lado de ellos mangabeys de mejilla
gris (Lophocebus albigena). Es muy
difícil contar monos cuando están en movimiento, dado que son muy ágiles y
cambian de lugar constantemente, pero sin duda se trataba de al menos cincuenta.
El colobo rojo es una especie que presenta muchas subespecies
y la que me tocó ver, P.oustaleti tephrosceles , que es la que habita la
zona situada mas al Este, es la que presenta menor cantidad de color rojizo en
su pelaje. En efecto, se trata de monos grises sin otra marca particular que un
color rojizo bastante fuerte en la frente y parte alta de la cabeza.
Me llevaron a ver el resultado de un feliz emprendimiento
que consistió en recuperar la selva en mas de tres mil seiscientas hectáreas.
Esa área había sido deforestada muchas décadas atrás y tras la desaparición de
los árboles toda la superficie fue invadida por el ¨pasto elefante¨ que impedía
el crecimiento de nuevos árboles.
Fueron contratados cientos de aldeanos con el fin de obtener
semillas de la selva cercana y hacer un vivero. Cuando los arbolitos contaron
con cierta altura los trabajadores hicieron pequeños claros en el pasto y los
plantaron allí. Visité el lugar a solo quince años del fin de esos trabajos y
era maravilloso ver que la selva pudo ser reconstruida en tan poco tiempo. El
estrato dominante ya tenía mas de diez metros de alto, había gran variedad de
enredaderas en flor y entre ellas abundaban las mariposas. Los presencia de
monos y las muchas aves que había, así como los elefantes de selva, cuyas
huellas había por allí, se encargaban de seguir incorporando mas semillas a esa área renovada.
Los cantos de las aves al amanecer siempre nos traen promesas de un nuevo día de
encuentros con animales. En Kibale los cantos de los pájaros eran tantos, que
no pude oir las típicas sacudidas a las ramas que hacen los monos al saltar
sobre ellas en sus desplazamientos. Por eso descubrí aquella tropa de cuarenta
colobos rojos cuando ya estaba muy cerca de mí. Estaban muy activos en tanto
buscaban su alimento, que son las hojas mas tiernas y nuevas de los árboles.
Con los largos saltos que daban, el ver
a las madres cargando a sus bebés, los
pequeños que ya andaban solos y que a veces se peleaban o jugaban a
hacerlo, la observación de esa tropa constituyó un lindo comienzo de jornada.
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