domingo, 1 de febrero de 2015

Babuínos







Hay varias especies de babuinos. La del Sur de África y que por el Norte llega hasta las inmediaciones del Río Zambeze en Mozambique  es el babuino Chacma ( Papio ursinus) que llega a pesar cuarenta y cinco kilos en el caso de los machos.
Son abundantes dentro de los parques nacionales, pero también fuera de ellos y como se alimentan prácticamente de todo, no son queridos por las poblaciones locales dado que creen que los cultivos han sido hechos para ellos.
Había leído que pueden ser peligrosos para el hombre, porque incluso se traban en lucha contra los leopardos, pero no vi que las gente les tuviera miedo, sino desprecio.
Generalmente andan en grupos de veinte o treinta, pero he visto algunos mucho mayores y al decir verdad, tanto por su número, como por la apariencia y actitud de los machos, lo inducen a uno a cambiar el rumbo de la caminata si la dirección que se lleva va directo a ellos.


Parque Nacional Kruger, 2000. Una mañana, habiendo partido del pequeño campamento Sweni, realizábamos una de las maravillosas caminatas silvestres durante las cuales se andaban unos cuantos kilómetros a pie, siguiendo a un guía armado. Transitábamos por los senderitos hechos por diversos animales que estaban claramente marcados en la maleza. Debido a que los animales buscan siempre hacer el mínimo esfuerzo, no subían y bajaban las colinas, sino que seguían la misma curva de nivel. Al dar la vuelta por la ladera de una elevación que tenía pintorescos afloramientos rocosos y acacias, nos encontramos con un arroyo que transcurría por un lecho rocoso. Comenzamos a seguirlo en dirección de la corriente y no tardamos en encontrarnos con una tropilla de babuinos que estaban del otro lado. Nos observamos mutuamente por unos momentos y en el preciso instante en que nuestro guía reemprendió la marcha siguiendo la orilla, los babuinos comenzaron a caminar siguiendo la margen del otro lado. Durante unos cuantos minutos, humanos y babuinos seguimos en  fila india las márgenes del arroyo,  unos caminando en dos patas y los otros en cuatro, ambos grupos observándose. La escena parecía la representación de la evolución de las dos especies, ambas en la misma dirección, ambas especies de simios separadas por el misterio o la fatalidad que representaba el arroyo.


Los gritos de las manadas de babuinos realmente impresionan. Cuando los oí por primera vez en la Reserva Hluhluwe-Umfolozi, también en Sudáfrica, los comparé con una sublevación de presos, porque había ira y hasta frustración en sus gritos.
Victoria Falls, Zimbabwe, 2007.
En los alrededores de las Cataratas Victoria había muchos babuinos. Pocas veces los he tenido tan cerca. No resultaron tener la picardía de los cercopitecos y si bien andaban entre los visitantes, parecieron moverse respetuosamente entre la gente y cosa rara, sin esperar nada, o al menos, sin robar. Los babuinos parecieron ir guiándonos por el sendero que lleva a ver las cataratas mas grandes del mundo.
Es difícil decir algo sobre las Cataratas Victoria que no haya sido dicho mejor antes. Pero no puedo dejar de hacer un comentario sobre ellas, porque escribo sobre animales y paisajes.
Pues bien: las Cataratas Victoria son grandiosas, impresionantes y hermosas. 


Grandiosas por su magnitud, impresionantes por su ruido y el vacío del precipicio y hermosas por los chorros de agua que saltan de la pared, por los arcoíris, la roca y la vegetación eternamente regada por agua pulverizada que se eleva desde el Zambeze. El agua cae desde ciento ocho metros de altura y el ancho de la catarata es de mil setecientos metros. El Río Zambeze comienza a caer por una garganta algo mas baja, debido a la erosión que produce la caída de la mayor parte del  agua, pero el resto del río, que previo a la caída se había explayado, va cayendo por la larga pared. El observador se encuentra al borde de una pared opuesta, de la misma altura que la que tiene enfrente con la catarata, pero separado de ésta por el río va corriendo tumultuoso abajo. El sonido del agua al caer se mezcla con el del torrente que corre por el angosto cañón, con el sonido del viento en la copas de los árboles y el resultado produce  alegría o mas bien éxtasis
.
Las cataratas se encuentran en una inmensa región que está felizmente protegida y eso permite que haya abundante fauna. Coloridos pájaros y calaos se alimentaban en de frutos y en las flores naranjas del ceibo africano, que produce abundante floración antes de que broten sus hojas. Los babuinos andaban a derecha e izquierda, a menos de un metro de distancia a veces, cuando estaban encima de ramas, pero evitaban el contacto. Por suerte, porque con sus bostezos frecuentes mostraban los muy desarrollados dientes que poseían.



Parque Nacional Gorongosa, Mozambique, 2000
La segunda vez que oí  los espeluznantes arranques de gritos de los babuinos, en apariencia realizados por toda la manada, provenían  del lugar hacia donde debía emprender una caminata de treinta kilómetros. Acababa de bajar del bus que me dejó a la entrada del parque.
Recordé lo que había leído sobre la agresividad de los babuinos y comencé a moverme pensando que en pocos minutos tendría mi experiencia propia sobre el asunto. Pero no llegué a verlos, sin duda luego de los gritos comenzaron a desplazarse hacia mi izquierda quedando ocultos por la vegetación. Ésta era del tipo conocido como Miombo, compuesta por árboles bajos, de varias especies, bastante próximos entre sí, que junto a los arbustos que hay entre ellos componen un bosque bastante  cerrado. Era la estación seca, y desde que había comenzado a transitar la zona central de Mozambique, se veían incendios de maleza por doquier.
Por muchos kilómetros y hasta que bajé del bus, el paisaje predominante lo constituían amplios espacios semiáridos, donde el único verde era el de algunas papayas que crecían entre los pequeños conjuntos de chozas de paja que se encontraban  cerca de la ruta. Al llegar al límite del área protegida, una vez mas constaté lo que he visto tantas veces: la enorme diferencia entre el paisaje que crea el hombre y el natural.
De un lado la aridez y única sombra de unas pocas papayas, del otro la profusión del Miombo. Hacía  meses que no llovía y el fuego comenzado fuera del parque nacional había penetrado en él. Los troncos de los árboles estaban parcialmente quemados y algunos tocones humeaban, caía ceniza del cielo y hacía mucho calor, pero algunos árboles tenían hojas nuevas como si estuvieran ajenos a esa gris realidad.
En Gorongosa que quedé dos semanas y tuve oportunidad de ver babuinos muchas veces. Eran de la especie conocida como babuino amarillo (Papio cynocephalus, de pelaje amarillento, y que presenta pelos blancos en las partes inferiores del cuerpo. 


Lago Nakuru, Kenia, 2010
El Parque Nacional Lago Nakuru, famoso por la gran población de flamencos enanos que alberga, está situado a pocos kilómetros de la ciudad Nakuru, que es la cuarta mayor del país.
Dada la cercanía a la ciudad, muchos kenianos van los fines de semana a pasar unas horas en la entrada del parque, donde hay un amplio espacio que parece especialmente diseñado para permitir el solaz de los vecinos. Allí hay muchos babuinos que constituyen buena parte del espectáculo de la gente local. Se suben a los techos de los vehículos y pobre del propietario que deje una ventana abierta. Vi uno bebiendo los restos de una botella vacía de la exquisita bebida Amarula y me detuve a observar a dos ejemplares que jugaron largo rato al tobogán, subiendo y dejándose caer repetidas veces y por turnos por el resbaladizo techo de lata del edificio de la administración del parque nacional. También había grupos de babuinos en la zona alta del parque, desde la que se tiene una magnífica vista sobre el lago y la sabana y bosque que se extiende delante de él. Estos monos eran claramente los dueños del lugar, pero tenían la cortesía de apenas correrse un poco para dejarnos apreciar el paisaje desde determinados ángulos. Éstos simios  pertenecían a otra especie, ligeramente mayor que la anterior y que se llama babuino aceitunado (Papio anubis).
También eran de esta especie los componentes de una tropa de babuinos que tenía sus dominios en un basural que había unos cuantos metros detrás de nuestro campamento en la Reserva Samburu y que sospecho era alimentado por un hotel que había no muy lejos.


A diferencia de los cercopitecos que mantenían en alerta a nuestra cocinera, los babuinos no se acercaban tanto al campamento, pero hacían guardia permanente en los alrededores. Realmente es un deleite pasar un rato observando estos monos que son muy inteligentes y una vez me estuve acercando a esa tribu cuando descansaban, puesto que no permitían nuestra cercanía cuando estaban activos. Permitieron mi proximidad hasta que uno de ellos emitió un sonido bastante fuerte, todos se pusieron en alerta y algunos machos se pararon en cuatro patas y me observaron tan seriamente que opté por retroceder.
También encontré babuinos en plena selva húmeda en Uganda, lo cual me sorprendió, porque creía que se trataba de animales que habitaban solamente espacios mas o menos abiertos.


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