Hay varias especies de babuinos. La del Sur de África y que
por el Norte llega hasta las inmediaciones del Río Zambeze en Mozambique es el babuino Chacma ( Papio ursinus) que llega a pesar cuarenta y cinco kilos en el
caso de los machos.
Son abundantes dentro de los parques nacionales, pero
también fuera de ellos y como se alimentan prácticamente de todo, no son
queridos por las poblaciones locales dado que creen que los cultivos han sido
hechos para ellos.
Había leído que pueden ser peligrosos para el hombre, porque
incluso se traban en lucha contra los leopardos, pero no vi que las gente les
tuviera miedo, sino desprecio.
Generalmente andan en grupos de veinte o treinta, pero he
visto algunos mucho mayores y al decir verdad, tanto por su número, como por la
apariencia y actitud de los machos, lo inducen a uno a cambiar el rumbo de la
caminata si la dirección que se lleva va directo a ellos.
Parque Nacional Kruger, 2000. Una mañana, habiendo partido
del pequeño campamento Sweni, realizábamos una de las maravillosas caminatas
silvestres durante las cuales se andaban unos cuantos kilómetros a pie,
siguiendo a un guía armado. Transitábamos por los senderitos hechos por
diversos animales que estaban claramente marcados en la maleza. Debido a que
los animales buscan siempre hacer el mínimo esfuerzo, no subían y bajaban las
colinas, sino que seguían la misma curva de nivel. Al dar la vuelta por la
ladera de una elevación que tenía pintorescos afloramientos rocosos y acacias,
nos encontramos con un arroyo que transcurría por un lecho rocoso. Comenzamos a
seguirlo en dirección de la corriente y no tardamos en encontrarnos con una
tropilla de babuinos que estaban del otro lado. Nos observamos mutuamente por
unos momentos y en el preciso instante en que nuestro guía reemprendió la
marcha siguiendo la orilla, los babuinos comenzaron a caminar siguiendo la
margen del otro lado. Durante unos cuantos minutos, humanos y babuinos seguimos
en fila india las márgenes del arroyo, unos caminando en dos patas y los otros en cuatro,
ambos grupos observándose. La escena parecía la representación de la evolución
de las dos especies, ambas en la misma dirección, ambas especies de simios
separadas por el misterio o la fatalidad que representaba el arroyo.
Los gritos de las manadas de babuinos realmente impresionan.
Cuando los oí por primera vez en la Reserva Hluhluwe-Umfolozi, también en
Sudáfrica, los comparé con una sublevación de presos, porque había ira y hasta
frustración en sus gritos.
Victoria
Falls, Zimbabwe, 2007.
En los alrededores de las Cataratas Victoria había muchos
babuinos. Pocas veces los he tenido tan cerca. No resultaron tener la picardía
de los cercopitecos y si bien andaban entre los visitantes, parecieron moverse
respetuosamente entre la gente y cosa rara, sin esperar nada, o al menos, sin
robar. Los babuinos parecieron ir guiándonos por el sendero que lleva a ver las
cataratas mas grandes del mundo.
Es difícil decir algo sobre las Cataratas Victoria que no
haya sido dicho mejor antes. Pero no puedo dejar de hacer un comentario sobre
ellas, porque escribo sobre animales y paisajes.
Pues bien: las Cataratas Victoria son grandiosas,
impresionantes y hermosas.
Grandiosas por su magnitud, impresionantes por su ruido y el
vacío del precipicio y hermosas por los chorros de agua que saltan de la pared,
por los arcoíris, la roca y la vegetación eternamente regada por agua
pulverizada que se eleva desde el Zambeze. El agua cae desde ciento ocho metros
de altura y el ancho de la catarata es de mil setecientos metros. El Río
Zambeze comienza a caer por una garganta algo mas baja, debido a la erosión que
produce la caída de la mayor parte del
agua, pero el resto del río, que previo a la caída se había explayado,
va cayendo por la larga pared. El observador se encuentra al borde de una pared
opuesta, de la misma altura que la que tiene enfrente con la catarata, pero
separado de ésta por el río va corriendo tumultuoso abajo. El sonido del agua
al caer se mezcla con el del torrente que corre por el angosto cañón, con el
sonido del viento en la copas de los árboles y el resultado produce alegría o mas bien éxtasis
.
.
Las cataratas se encuentran en una inmensa región que está
felizmente protegida y eso permite que haya abundante fauna. Coloridos pájaros
y calaos se alimentaban en de frutos y en las flores naranjas del ceibo
africano, que produce abundante floración antes de que broten sus hojas. Los
babuinos andaban a derecha e izquierda, a menos de un metro de distancia a
veces, cuando estaban encima de ramas, pero evitaban el contacto. Por suerte,
porque con sus bostezos frecuentes mostraban los muy desarrollados dientes que
poseían.
Parque
Nacional Gorongosa, Mozambique, 2000
La segunda vez que oí
los espeluznantes arranques de gritos de los babuinos, en apariencia
realizados por toda la manada, provenían del lugar hacia donde debía emprender una
caminata de treinta kilómetros. Acababa de bajar del bus que me dejó a la
entrada del parque.
Recordé lo que había leído sobre la agresividad de los
babuinos y comencé a moverme pensando que en pocos minutos tendría mi
experiencia propia sobre el asunto. Pero no llegué a verlos, sin duda luego de
los gritos comenzaron a desplazarse hacia mi izquierda quedando ocultos por la
vegetación. Ésta era del tipo conocido como Miombo, compuesta por árboles
bajos, de varias especies, bastante próximos entre sí, que junto a los arbustos
que hay entre ellos componen un bosque bastante
cerrado. Era la estación seca, y desde que había comenzado a transitar
la zona central de Mozambique, se veían incendios de maleza por doquier.
Por muchos kilómetros y hasta que bajé del bus, el paisaje
predominante lo constituían amplios espacios semiáridos, donde el único verde
era el de algunas papayas que crecían entre los pequeños conjuntos de chozas de
paja que se encontraban cerca de la
ruta. Al llegar al límite del área protegida, una vez mas constaté lo que he
visto tantas veces: la enorme diferencia entre el paisaje que crea el hombre y
el natural.
De un lado la aridez y única sombra de unas pocas papayas,
del otro la profusión del Miombo. Hacía
meses que no llovía y el fuego comenzado fuera del parque nacional había
penetrado en él. Los troncos de los árboles estaban parcialmente quemados y
algunos tocones humeaban, caía ceniza del cielo y hacía mucho calor, pero
algunos árboles tenían hojas nuevas como si estuvieran ajenos a esa gris
realidad.
En Gorongosa que quedé dos semanas y tuve oportunidad de ver
babuinos muchas veces. Eran de la especie conocida como babuino amarillo (Papio cynocephalus, de pelaje
amarillento, y que presenta pelos blancos en las partes inferiores del cuerpo.
Lago Nakuru,
Kenia, 2010
El Parque Nacional Lago Nakuru, famoso por la gran población
de flamencos enanos que alberga, está situado a pocos kilómetros de la ciudad
Nakuru, que es la cuarta mayor del país.
Dada la cercanía a la ciudad, muchos kenianos van los fines
de semana a pasar unas horas en la entrada del parque, donde hay un amplio
espacio que parece especialmente diseñado para permitir el solaz de los
vecinos. Allí hay muchos babuinos que constituyen buena parte del espectáculo
de la gente local. Se suben a los techos de los vehículos y pobre del
propietario que deje una ventana abierta. Vi uno bebiendo los restos de una
botella vacía de la exquisita bebida Amarula y me detuve a observar a dos
ejemplares que jugaron largo rato al tobogán, subiendo y dejándose caer
repetidas veces y por turnos por el resbaladizo techo de lata del edificio de
la administración del parque nacional. También había grupos de babuinos en la
zona alta del parque, desde la que se tiene una magnífica vista sobre el lago y
la sabana y bosque que se extiende delante de él. Estos monos eran claramente
los dueños del lugar, pero tenían la cortesía de apenas correrse un poco para
dejarnos apreciar el paisaje desde determinados ángulos. Éstos simios pertenecían a otra especie, ligeramente mayor
que la anterior y que se llama babuino aceitunado (Papio anubis).
También eran de esta especie los componentes de una tropa de
babuinos que tenía sus dominios en un basural que había unos cuantos metros
detrás de nuestro campamento en la Reserva Samburu y que sospecho era
alimentado por un hotel que había no muy lejos.
A diferencia de los cercopitecos que mantenían en alerta a
nuestra cocinera, los babuinos no se acercaban tanto al campamento, pero hacían
guardia permanente en los alrededores. Realmente es un deleite pasar un rato
observando estos monos que son muy inteligentes y una vez me estuve acercando a
esa tribu cuando descansaban, puesto que no permitían nuestra cercanía cuando
estaban activos. Permitieron mi proximidad hasta que uno de ellos emitió un
sonido bastante fuerte, todos se pusieron en alerta y algunos machos se pararon
en cuatro patas y me observaron tan seriamente que opté por retroceder.
También encontré babuinos en plena selva húmeda en Uganda,
lo cual me sorprendió, porque creía que se trataba de animales que habitaban
solamente espacios mas o menos abiertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario