Chiapas, México,
1987.
Caminando por un suburbio de Tuxtla Gutiérrez noté que en el
fondo de una casa había un primate encadenado a un árbol seco. Me aproximé y
pedí permiso para verlo de cerca. Era un hermoso ejemplar macho de mono araña.
Presentaba el pelaje colorido de la subespecie
A.g. yucatanensis, siendo pardo
rojizo claro en las partes superiores, muy oscuro en brazos y parte superior de
la cabeza, gris claro en las partes ventrales y casi blanco en cuello y
garganta. Cuando me acerqué se movió un poco, se paró en dos patas y al abrió
los brazos, con lo que pude darme cuenta de que era un animal bastante grande.
Me pregunté para que lo tendrían, porque al igual que otras veces que he visto
monos enjaulados o encadenados, sus dueños no parecían sentir aprecio por él.
El Mono araña sufre la mano del hombre mas que otros simios, porque no
solamente es cazado para ser comido, o para ser tenido como mascota, sino que
su exigente dieta de frutos los obliga a necesitar superficies de selva mas
amplias que otras especies. Y la selva va desapareciendo en todo el mundo.
Parque Nacional
Guanacaste, Costa Rica, setiembre de 1997.
Una mañana realizamos una muy provechosa cabalgata.
Deambulamos varias horas por el bosque seco típico de Guanacaste. Realizamos
bajadas y subidas en las que los caballos demostraron su destreza para
transitar entre rocas y donde no se veía bien el suelo debido al denso estrato
de hierbas y helechos que dominaba algunos sitios.
Debíamos abrevar los caballos y nos dirigimos al Río
Tempisque, en cuyas amplias pozas de agua clara se veían grandes peces. Allí
los árboles eran altos, formando un
bosque umbrío y nuestro pasar llamó la atención de un grupo de unos veinte
monos araña. Varias hembras cargaban sus críos a espaldas, lo que no parecía
constituir el mas mínimo impedimento en sus desplazamientos. Detuvimos los
caballos y se aproximaron con elegantes y elásticos movimientos. Tras un par de
minutos, quizás habiéndonos analizado lo suficiente, alguno de ellos emitió una
voz, sin duda una clara orden de retirada y nos abandonaron en pocos segundos,
siendo un deleite asistir a la agilidad y destreza de sus movimientos.
La franja costera era
un lugar de hechizo. Parte de su encanto consistía en que no se podía llegar en
vehículo. De hecho, el jeep que nos acercó desde las instalaciones principales
del parque nos dejó a varios kilómetros, habiendo transitado a los resbalones
por una huella barrosa en la selva. Luego debimos trepar un cerro, caía la tarde. Desde
su cumbre redondeada presenciamos ese espectáculo que tanto fascina al hombre:
ver un atardecer desde un sitio magnífico.
A nuestras espaldas, desde donde habíamos llegado, había una
sucesión de colinas selváticas, delante el Océano Pacífico. A nuestra izquierda la
extensa Playa Naranjo, única, por tener a buena distancia de la costa una gran
roca redondeada, la Roca Bruja, que, impactada por cada ola, las divide a cada
lado. Detrás de la playa un manglar y luego la selva.
A nuestra derecha, el declive del cerro donde estábamos, una
planicie selvática y algo mas lejos otro cerro, enmarcando entre los dos a la
pequeña y mágica Playa Nancite, hacia donde nos dirigíamos. El sol se ponía y
debíamos continuar camino cerro abajo, no sin antes fijar en nuestras memorias toda esa belleza
de naturaleza virgen para recordarla una y otra vez con el devenir.
Temprano por la mañana, justo antes de la salida del sol,
caminé los escasos ciento cincuenta metros que había entre la vivienda del
guardaparque y la playa y en ese trayecto por la selva encontré, o fui
encontrado, por una familia de monos araña que contaba con unos diez miembros
de distintas edades. Se trataba de la subespecie A.g.
geoffroyi , que es de pelaje
pardo uniforme. De inmediato quedé fascinado con la gracia de estos seres. No
solamente demostraban curiosidad por mi, lo cual creo que siempre gusta al
observador de los animales, sino que sus movimientos, tanto al desplazarse
lentamente, como con rapidez, tenían una
elegancia que no he vuelto a ver en otros monos. En un breve lapso de tiempo
pude ver sus diversas maneras de desplazarse. Caminaban en dos patas sobre las
ramas gruesas, pero teniendo la precaución de haberse asido previamente de una
ramita con sus colas, se desplazaban colgados de los brazos, se balanceaban colgados
de la cola, siempre tomados por al menos un miembro y la cola, como tomando la
precaución de no caer.
Al regresar de la playa, la riqueza de especies de esa zona
se hizo evidente cuando sobre los mismos árboles donde habían estado los monos
araña encontré otra familia de monos, pero esta vez se trataba de capuchinos.
Al irnos de Playa Nancite decidimos tomar otro camino y en
vez de volver a subir el cerro que la separa de Playa Naranjo, ir bordeando la
costa.
El sendero deambulaba por la selva hasta que se abrió la
vegetación y quedamos sobre un pequeño acantilado de piedra que bajaba hasta el
mar. Lo bajamos sirviéndonos de una cuerda que estaba allí para esos efectos y
comenzamos a caminar sobre los vestigios del espacio rocoso que nos permitiría
ir bordeando el cerro. Algunas olas cortaban el paso momentáneamente, pero
teníamos la esperanza de que nos dejaran realizar todo el paso si lográbamos
continuar desplazándonos pegados a la pared. Un par de veces subimos por el
acantilado unos metros para evitar ser golpeados por olas visiblemente mayores
que las demás y cuando mas dudábamos de poder completar el recorrido sin ningún
incidente, divisamos la Roca Bruja y poco después el acantilado terminó.
Habíamos llegado a la Playa Naranjo.
En la arena había huellas de jaguar, de coyote y de ciervo
de cola blanca.
Sobre uno de los árboles que bordeaban la playa, había dos
monos araña. Nos aproximamos, uno de ellos se acercó al otro y lo abrazó
mientras ambos nos miraban con el mismo interés que nosotros a ellos. Fue una
hermosa escena que pintaba lo lindo de la amistad.
Otras hermosas escenas con monos araña las tuve varias veces
en el Parque Nacional Tikal, Guatemala, donde eran muy abundantes, en algunas
de ellas estos elegantes monos aparecieron en la cercanía de los enigmáticos
templos Mayas.
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