jueves, 25 de junio de 2015

Musarañas



Musaraña (Crocidura sp)


Uganda, Parque Nacional Kibale, 2010.
Recién llegado a la ciudad Fort Portal, en el oeste de Uganda, busqué la zona de los taxis, y pregunté cual de los coches estacionados que estaban con las puertas abiertas, pasaba por Isunga, donde estaba la oficina del Parque Nacional Kibale. Me señalaron uno de ellos, corroboré que lo fuera, porque con tal de conseguir un cliente mas,  a uno lo pueden alejar de su destino, y me senté dentro del auto.  Cuando atrás ya éramos tres personas y adelante una, pensé que partiríamos. Pregunté por que no lo hacíamos y el chofer me dijo que porque no estaba completo. Al rato subió una persona mas atrás, luego otra  adelante pero  seguíamos esperando. ¡Pero que apurado y comodón soy ¡ -pensé . Después de todo no hubo que esperar ni media hora para que quedara completo y pudiéramos partir. ¡Atrás íbamos cinco personas y adelante tres mas el chofer!. Cuando  a los veintiséis kilómetros me bajé,  me costó poder pararme y caminar.
Lo que motivó mi visita al Parque Nacional Kibale fue que consiste en un relicto de la otrora extensa selva ecuatorial ugandesa. Luego de presentarme ante el director del área, me llevaron a conocer uno de los mas alejados de los ocho puestos de guardaparques.


El principio del recorrido se hizo por el  interior del área protegida. El camino se abría en la vegetación compuesta por muy altos árboles,  donde había también muchas palmeras Phoenix delgadas y elegantes, siendo muy disfrutable transitar a la sombra de la selva. Desde el jeep vimos monos de L Hoest y de cola roja. Mas adelante y por casi una hora, tomamos caminos secundarios y luego huellas, que pasaban por muy pintorescas colinas en la zona de transición entre la selva y la sabana. Era hermoso ver grupos de chocitas situadas a veces a orillas de la selva, o entre manchones de selva y sabana, donde cada familia parecía tener sus huertas. En otras zonas predominaban las plantaciones de té, cuyas apretadas hileras de arbustitos de color verde brillante subían y bajaban cubriendo a veces por entero las colinas.
Fue transitando por esos caminos de tierra y huellas, que al pasar cerca de los cultivos de subsistencia se nos cruzaron varias veces y a pleno rayo del sol unos pequeños mamíferos negruzcos, alargados, de unos catorce centímetros  y con aspecto de ratón. Eran musarañas, que cruzaban el camino a gran velocidad, como decidiéndose a hacerlo cuando el vehículo ya estaba cerca. En África hay mas de ciento veinte especies de musarañas, pero me resultaron animales enigmáticos, su vida parecía transcurrir entre los fardos de paja, huertos de las pequeñas aldeas y senderos. Dada la cantidad de especies que hay, y el hábitat donde las encontré, era de suponer que fueran  muy abundantes, pero solamente las vi en los caminos y senderos polvorientos cercanos a la Selva Kibale.


Musaraña elefante de cuatro dedos (Petrodromus tetradactylus)
Mozambique, Parque Nacional Gorongosa, 2000.
Cae la noche en la sabana. Poco rato después, notamos un  brillo amarillento hacia el Este,  en el horizonte. Una luna enorme y naranja irrumpe entre las siluetas negras de cientos de palmeras. El calor comienza a disiparse y en su lugar se asienta la mas agradable temperatura. Los olores se despegan del suelo polvoriento de la estación seca y se elevan lo suficiente para alcanzar nuestras narinas. Olor a quemado, por el  incendio de pastizal que acabamos de combatir, olor a polvo, quizás  por el pasaje muy reciente de elefantes y el perfume dulce y penetrante de unas flores que no vi, y que jamás veré, pero que signaron ese anochecer.
El foco del vehículo nos permite atestiguar  breves momentos de la cotidianidad de algunos animales: de  civetas, de una mangosta gris, de los extraños dormilones de extravagantes plumas blancas larguísimas en sus alas, que levantan vuelo del sendero a último momento…


Veo un pequeño mamífero pardo que incluyendo la cola no tendría mas de veinte centímetros y pido detener el vehículo. Sobre la huella quedó encandilada una simpática musaraña elefante, uno de esos animales que uno tiene que ver para saber que realmente existen. Su trompita apunta un momento hacia arriba y enseguida baja un poco, el animalito corre y se sitúa debajo de un matorral que por suerte es de follaje raleado y  permite que la sigamos observando. La musaraña elefante escarba la hojarasca un momento y luego se aleja definitivamente.  Una vez mas África me había dado  la oportunidad de encontrarme con otra de sus encantadoras criaturas.


Musaraña elefante de Zanzíbar (Rhynchocyon petersi)
Zanzíbar, Bosque Jozani, 2010.
El éxito del cultivo de las especias, hace tiempo ya decadente, motivó la erradicación de la vegetación nativa de Zanzíbar, a lo que se agregó la corta de miles de árboles para la construcción de barcos durante los años de oro del sultanato y de la esclavitud.  Caminaba por un sendero del interior del Bosque Jozani, único relicto existente en todo Zanzíbar de los bosques que poblaron la isla, cuando noté que se movían unos helechos de los que componían el denso estrato inferior del bosque. Me aproximé con cautela y a pocos centímetros de mis pies percibí una  cola larga y naranja que parecía pertenecer a una rata. Me quedé quieto y enseguida pude ver que esa cola pertenecía a uno de los animales mas extraños que haya visto: se trataba de una musaraña elefante de Zanzíbar.  

 Sabía de la existencia de ese animal, porque contaba con la mejor guía de reconocimiento de los mamíferos africanos, pero igual así me sorprendió el tamaño y color de esa musaraña. Tendría medio metro de largo entre cuerpo, cabeza y cola.
No bien pude reconocerla se desplazó hacia adelante perdiéndose de vista en el denso helechal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario